Prueba realizada por Gaby Esono




En el caso de los cabrios, curiosamente tanto Audi como BMW prescindieron de la moda extendida hace 10 años del techo metálico retráctil. En contraste con los Peugeot 308 CC, Renault Mégane, Volkswagen EOS, Ford Focus (ya fuera de servicio) u Opel Astra (reemplazado por el Opel Cabrio, que tiene más altas miras), el A3 (como el Serie 1) confían en el toque clásico que sólo la capota de lona puede ofrecer, pero los motivos van más allá del glamour que cada uno le quiera atribuir: el conjunto de techo de lona y el mecanismo para accionarlo es muchísimo más liviano y ocupa mucho menos espacio. Ello permite diseñar un coche lógicamente más ligero y de líneas más armoniosas. Y, de hecho, el Audi A3 Cabrio puede presumir de una silueta que gana más enteros que la de su paisano bávaro.
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La alternativa intermedia, representada por el 1.8 TFSI, ha pasado siempre algo más desapercibida, aunque siempre que hemos tenido contacto con este motor nos ha agradado su equilibrio bastante satisfactorio. Sin ir más lejos, en el primer Audi que pasó por nuestras manos, un A4 berlina con cambio manual y tracción delantera.


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Pues he de decir que en este descapotable conviene leer la letra pequeña antes de hacerse ilusiones. Porque si bien su motor es todo un alarde de elasticidad, de los que apetece estar todo día subiendo de vueltas, con 1.500 kg de peso que tiene que arrastrar, 1.525 kg con el cambio S tronic, los 160 CV dan para darse una alegría ocasionalmente, o para contar con un as en la manga si un adelantamiento se vuelve más apurado de lo previsto, pero no para considerarlo como un coche deportivo.


Por suerte, Audi cuenta en su oferta con el fantástico cambio secuencial S tronic (el mismo que el DSG de Volkswagen), con sus 7 velocidades y el doble embrague bañado en aceite, que se encarga como casi siempre de disimular las carencias que pueda tener el motor al que vaya asociado, gracias a unas transiciones rapidísimas tanto al subir como al bajar marchas. Cualquier día de estos lo hacen obligatorio.
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Aunque mantiene la misma nobleza de reacciones, que permite corregir muy fácilmente los excesos en curva, no es tan ágil y, de hecho, al límite se percibe una cierta flexión en la carrocería que lo hace menos preciso, a pesar de que la dirección transmite muy bien lo que pasa en el asfalto.
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La expresión “viene con todo” se traduce en el catálogo de la firma de Ingolstadt por “Audi exclusive”, una especie de anexo en el que resulta difícil no encontrar una combinación de tapicerías y adornos que se ajusten al gusto de cada uno.

Y para terminar, que no se me olviden los arcos de seguridad tras los apoyacabezas traseros, en los que el rojo se combina con el aluminio, ni la capota de lona, que como puedes ver entre los cuatro colores a escoger se encuentra el rojo.
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¿Alguna de estas caprichosas opciones aumenta su limitada habitabilidad trasera? Más bien no. ¿El maletero se hace más grande y suficiente para un viaje largo para cuatro personas? Pues va a ser que tampoco. Pero es que estamos hablando de un coche cuya misión principal es, más que en la mayoría, satisfacer a quien lo va a conducir, que será quien más valorará la calidad de unos acabados que respiran clase alta por cualquiera de sus pespuntes.
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El Audi A3 Cabrio 1.8 TFSI S tronic con el acabado Ambition cuesta, de base, 38.550 euros. Con los accesorios mencionados, más algún otro que también montaba la preciosa unidad de las fotos (como el Paquete exterior S line, 1.475 euros, o el navegador con pantalla a color, 2.900 euros), el montante supera sin problemas a los 50.000 euros, que no son ninguna broma, y menos por un coche de poco más de 4 metros.

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