Prueba Bentley Bentayga W12: la cima deseada

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Prueba Bentley Bentayga W12: la cima deseada

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Prueba realizada por Gaby Esono

La llegada del Bentley Bentayga al mercado consolida la idea de que los SUV son los coches de moda, aunque esto no es noticia desde hace ya algunos años. Abrumadas por la irrupción de infinidad de coches de apariencia campera, marcas reconocidas por su especialización en modelos todoterreno auténticos, esos que equipan reductora y bloqueos de diferenciales, se han visto obligadas a claudicar y, a pesar de que sus coches son infinitamente más capaces de trepar hoy de lo que lo eran los de hace 40 años, ahora llaman a sus 4×4 de toda la vida Sport Utility Vehicles, no sea cosa que se les vayan a espantar los clientes.

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Al decir esto, la marca que tengo en la cabeza es Range Rover, hasta ahora paradigma del lujo y la representación en modelos con ciertas capacidades fuera del asfalto, con permiso de los premium alemanes, como el BMW X5, el Mercedes-Benz GLE o el Audi Q7. Ocurre, sin embargo, que si bien la tendencia campera se ha extendido como la pólvora en segmentos inferiores, sean de lujo o generalistas, lo cierto es que el conductor que buscara un plus por encima de estrellas o aros no tenía más remedio que irse a preparaciones especiales.

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El Bentley Bentayga ofrece por fin una salida a dicha inquietud. Y lo hace de entrada con los argumentos que sólo una marca como la británica puede ofrecer: el lujo excelso y refinamiento interior propios de sus berlinas, coupés y cabríos, sumado al poderío de un motor 6.0 W12 biturbo profundamente renovado, y todo ello elevado algunas cabezas por encima de los coches corrientes. Todo, para que entre el tráfico no quede ninguna duda de su posición en la cima de un segmento que acaba de inventar, y al que de momento sólo se me ocurre que Rolls-Royce pueda acceder algún día.

Pasa al siguiente apartado para conocer las impresiones de conducción del Bentley Bentayga W12, una unidad cedida por Cars Gallery, concesionario oficial de la marca en Barcelona.

Por mucho que una marca como Bentley juegue la baza de la exclusividad, el estar bajo el paraguas del Grupo Volkswagen le aporta una visión más pragmática a la hora de desarrollar el Bentayga. Para empezar, la carrocería se rediseñó tras comprobar que el prototipo EXP 9 F presentado en el Salón de Ginebra 2012 no era del agrado del público. Y, por el otro lado, el extensísimo banco de órganos del consorcio alemán les ha permitido elegir la plataforma del Audi Q7 y el motor 6.0 W12 biturbo para empezar a desarrollar el SUV más lujoso y elitista del mundo.

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En el Bentley Bentayga, el veterano y poderoso propulsor vive una segunda juventud. Denominado ahora oficialmente 6.0 twinturbo W12 TSI, los técnicos de la firma de Crewe han aplicado en él las últimas tecnologías en materia de aprovechamiento del combustible, como la inyección directa de gasolina o el sistema CoD (Cylinder in Demand) de desconexión automática de los cilindros, buscando mejorar la eficiencia sin perjudicar las prestaciones.

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El SUV de lujo es, de hecho, tan rápido como el Mulsanne con el mismo motor, todo un mérito teniendo en cuenta que él Bentayga pesa 2.700 kg (300 kg más que la berlina) y cuenta con una superficie frontal sensiblemente mayor. Nada de esto parece afectar a sus 12 cilindros, cuyos 608 CV de potencia y 900 Nm de par permiten lanzar a esta mole a 100 km/h partiendo desde parado en apenas 4,1 segundos, y partir de ahí, si le dejas y las circunstancias acompañan, seguir acelerando hasta alcanzar una velocidad máxima de 301 km/h. Sí, el Bentley Bentayga pasa de 300 pero, más que la velocidad, lo que de verdad impresiona es la contundencia con la que te sumerge en el asiento cuando pisas a fondo el acelerador. A cambio, oficialmente el Bentley Bentayga sólo reclama 13,1 l/100 km de gasolina, aunque en la prueba se fueron más de 5 litros por encima, después de haber tratado de combinar conducción en autopista, carretera estrecha al límite y un poco de campo.

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En lo que se refiere al comportamiento, el Bentley Bentayga se muestra en carretera abierta exactamente como lo que es, «el Bentley de los SUVs», un coche de comportamiento noble y sosegado en el que las suspensiones neumáticas y el sistema Bentley Dynamic Ride de estabilizadoras activas contienen los movimientos de la carrocería y engullen las irregularidades del asfalto sin rechistar, no importa lo roto que esté ni lo rápido o muy rápido que vayamos. El panorama, sin embargo, cambia un poco cuando la carretera se estrecha y las curvas se cierran.

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Toda la suavidad y aislamiento se transforman en una cierta pereza en la inserción del eje delantero en los giros más cerrados. Es voluntarioso, pero el subviraje es una constante que el apuro de sus enormes neumáticos Pirelli P Zero 285/40 R 22 te recuerda con frecuencia, y que sólo se mitiga tratando con mimo el pedal del acelerador y sin misericordia el del freno. Porque los discos serán de 400 mm de diámetro en el eje delantero y de 380 mm en el posterior, pero a estas alturas y con tanto volumen a detener, las aceptable distancias de detención de las primeras frenadas se convierten demasiado pronto en un vago y desalentador recuerdo sobre todo cuando al empezar a vislumbrar la salida de la curva, su eficaz sistema de tracción con diferencial central Torsen permite atacar como si no hubiera un mañana. Y claro, las rectas se hacen muy cortas para sus 608 CV…

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Si en carretera la masa marca la frontera del sentido común, en el campo los kilos parecen desaparecer como por arte de magia. El conjunto motor/transmisión, incluido el siempre eficaz y refinado cambio automático ZF de 8 relaciones, mueve con una soltura sorprendente los más de 5 metros de largo y 2 metros clavados de ancho del Bentayga, ayudado asimismo por una gestión electrónica que el conductor puede modificar a voluntad mediante un mando giratorio en la consola central, para permite elegir la configuración de respuesta de motor y cambio, altura y dureza de suspensión, control de balanceo y controles de tracción y estabilidad más adecuadas para cada tipo de terreno. Otra cosa es que nos duela más o menos oír el roce de las ramas palpando la noble carrocería pintada a mano.

Cualquier cosa que no fuera confort absoluto, acabados de precisión milimétrica y materiales de tacto soberbio podría considerarse como un terrible defecto en el Bentley Bentayga. En el tiempo que duró la prueba, traté de encontrar algo que desentonara y me hiciera pensar que se podría haber hecho mejor.

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Quizá mejor no, sí diferente. Algunos mandos se parecen (por no decir que son los mismos) a los de su primo lejano alemán y, aunque sean poco visibles (los de las luces, por ejemplo), es de esos detalles que delatan un parentesco del que, por otra parte, se puede sentir orgulloso.

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Se trata, en cualquier caso, de ponerle pegas a un habitáculo al que no se le puede hacer ningún reproche. La armonía que se respira en su interior, su perfecto aislamiento acústico, incluso a altas velocidades, y su ejemplar templanza a la hora de afrontar cualquier tipo de recorrido, sólo puede verse alterada por un conductor obsesionado por extraer la quintaesencia de su poderoso motor. Sólo entonces seremos más o menos conscientes de que la gasolina se quema bajo el capó delantero.

Hasta ese momento, podemos deleitarnos con la combinación de colores de la tapicería de piel, a elegir entre 14 tonos para asientos, paneles de puertas, salpicadero, consola central… A no ser que queramos un color específico, para lo cual el comercial de la marca estará encantado de ofrecernos el abanico de servicios de personalización de Bentley.

Ah, se me olvidaba. La unidad de pruebas tenía la especificación de 5 amplísimas plazas, más mundana y familiar que la elitista de 4, pero mucho más práctica para un uso digamos convencional de este Bentley, que cuenta además con un maletero de 430 litros de capacidad según la marca (no lo medí, pero parecen muchos más). La marca ha creado un paquete de equipamiento para guardar con seguridad los objetos, aunque no da la impresión de que haya sido la parte del coche a la que se le haya prestado más atención.

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Por una parte queda un enorme espacio entre los respaldos traseros una vez abatidos y el piso del maletero (sí, vale, yo tampoco me lo imagino cargando estanterías Fjälkinge en el Ikea) y, por la otra, la pesadísima bandeja rígida para el maletero, aparte de difícil de manejar, no se pliega lo suficiente como para que no sea un bulto más en el maletero cuando la desmontamos. Eso sí, Bentley ha dispuesto una tecla con la que se baja la parte trasera, lo que facilita la carga de bultos pesados.

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Me gusta que Bentley diga del Bentayga que es el Bentley de los SUV y que, al probarlo, transmita exactamente esa sensación. Igual que los Continental GT Convertible o el Flying Spur, la impresión de poderío es absoluta cuando te sientas en cualquiera de sus butacones, y esa impresión va subiendo grados en el termómetro de las emociones según van pasando cosas en el coche, desde el arranque hasta la primera vez que superas los 250 km/h con él. ¿He dicho 250? Bueno, digamos que me han contado que es impresionante.

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Que el Bentley Bentayga es un coche elitista no cabe ninguna duda. Ello, sin embargo, no te ahorra encontrarte detalles de marca un poco menos top como es Audi y que, aunque no desmerecen por tacto y calidad, su presentación moderna choca con el torrente de matices clásicos que abundan por todo su interior.

 

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