Prueba Citroën DS3 1.6 THP 155: arre caballito

Prueba realizada por Gabriel Esono

Citroën, con la nueva gama DS, ha apostado claramente por mejorar su imagen de marca de

coches populares y baratos. Este polivalente de 3 puertas tiene una presencia mucho más atractiva que cualquiera de los coches pequeños que haya hecho hasta ahora y, por otra parte, sus acabados son mejores que los del C2 o de la anterior generación del C3.

Ahora bien, si se trataba de crear una línea distintiva, está claro que no bastaba con lanzar un coche con mejor imagen y mayor oferta de personalización. Había que ofrecer una gama de motores con cara y ojos, es decir, que contara con variedad y, a ser posible, con variantes con chispa.

Los Citroën DS3 con el motor 1.6 THP son los que deberían ofrecerla. Fruto de la colaboración del Grupo PSA Peugeot-Citroën con BMW, que los monta en los Mini, este propulsor entrega en este DS3 156 CV, más o menos los mismos que extrae en el Citroën C4 Picasso y en el Peugeot 308 que tuvimos ocasión de probar. Por encima de esta variante existe todavía una más potente, Citroën DS3 Racingde 202 CV, un modelo que la firma francesa quiere convertir en objeto de culto poniéndolo a precio de oro y ofreciendo muy pocas unidades.

La estrella de esta versión del Citroën DS3 es sin duda su motor, el 1.6 THP de 156 CV. A estas alturas, ya comienza a ser un viejo conocido de Cochesafondo, porque además de haberlo probado en los modelos de Peugeot y Citroën mencionados en la introducción, cada vez que ha caído un Mini en nuestras manos, montaba una variante algo más alegre de la que suelen preferir para los modelos franceses.

Los detalles de técnicos de esta mecánica los puedes encontrar en el reportaje sobre los International Engine of the Year Awards, un premio que se ha llevado en varias ocasiones. En resumidas cuentas, se trata de un bloque de 1,6 litros de capacidad que incorpora varias sutilezas técnicas para mejorar su rendimiento y eficiencia.

Entre el turbo twin-scroll, la inyección directa y el sistema de alzado y tiempo de apertura variable de las válvulas de admisión, este motor de gasolina aglutina lo más de lo más en tecnología aplicada a propulsores de venta al público. De hecho, sólo el Fiat MultiAir se atreve a contestarle en este sentido.

Hechas las oportunas presentaciones, quedaría hablar de las sensaciones que ofrece al volante, que son en general muy favorables. Si ya en el enorme Citroën C4 Picasso nos sorprendió su buena respuesta, era de esperar que en una carrocería mucho más pequeña y ligera mostrara unas posibilidades aún mejores. Desde muy bajas vueltas, empuja con gran convicción, sin altibajos, y es capaz de estirarse sin miramientos hasta bien pasadas las 6.000 rpm.

Esta regularidad, más propia de un buen atmosférico de cilindrada media que de un pequeño tetracilíndrico como éste, permite elegir el tipo de conducción que se prefiera hacer según el estado de ánimo que se tenga. Que estamos perezosos o relajados, pues nada, a conducir en marchas largas, sin usar apenas el cambio. Si, por el contrario, nos apetece darle una alegría al cuerpo, puedes hacer un uso y un abuso de la palanca de cambios.

No es que sea una transmisión especialmente deportiva, porque los orígenes son los que son y, por mucho que cuente con 6 relaciones, su tacto es más bien esponjoso, agradable en el día a día pero que nos resta un poco rapidez si nos da por emular a Sébastien Loeb.

Los consumos, por su parte, mantienen la tónica que nos había mostrado en el resto de modelos. Hay que portarse muy bien para acercarse a la media homologada de 6,7 l/100 km. Pese a ello, los 9,1 l/100 km que arrojó en nuestro recorrido de pruebas puede considerarse muy bueno, teniendo en cuenta las sensaciones que proporciona este propulsor.

Si el motor no me ha sorprendido demasiado, porque ya esperaba que fuera tan bien como ha ido, del comportamiento sí se puede decir que me ha dado una cierta extra.

Tras haber probado este coche con el tranquilo motor 1.6 HDi de 90 CV, temía que el talante burgués del DS3 más modesto se convirtiera en torpeza en esta versión más prestacional. Es lo que tienen los prejuicios.

Afortunadamente no ha sido así para nada. Los técnicos de Citroën han optado por variar el criterio para el DS3 con el 1.6 THP, y su bastidor está bien adaptado a las prestaciones que es capaz de desarrollar el caro polivalente francés.

Bien adaptado no significa que se trate de un coche radicalmente distinto. Antes al contrario, la bondad sigue siendo su principal característica cuando nos enfrentamos a las curvas. La dirección, por ejemplo, es más suave que precisa, genial para aparcar pero no tan interesante cuando nos da por ir buscando vértices por ahí.

En cualquier caso, aunque no tenga un tacto especialmente deportivo, tampoco se puede decir que reste confianza en los momentos más críticos.

Las suspensiones hacen bien el trabajo de absorción de irregularidades, como es de esperar en cualquier Citroën que se precie de serlo, pero en esta ocasión se le ha dado un punto de dureza que hace que el coche vaya bastante bien sujeto.

No se trata, insisto, de un verdadero deportivo, porque eso se lo dejan al especialísimo DS3 Racing, pero sí anima a llevar un ritmo de marcha muy vivo con él, algo que no se puede decir del HDi.

Citroën se ha empeñado en mejorar su imagen. Lo ha hecho por fuera y, con los nuevos C3 y DS3 se nota también el esfuerzo por dentro. Tratándose de una gama distintiva y con ciertos aires premium, sigo echando de menos algo más de distancia entre el coqueto tres puertas y el polivalente popular del que deriva.

Así pues, la sensible mejora del Citroën C3 en cuanto a apariencia y tacto de los materiales, se queda un poco más justa en este DS3. No tanto en términos absolutos, que se sitúa algo por encima de la media, como en comparación con sus hipotéticos rivales, el Mini y el Audi A1.

Los orígenes nada modestos de estos modelos obligan al pequeño de la firma del doble chevrón a jugar otras cartas, como por ejemplo la de la comodidad y la habitabilidad, con las que compensa en cierto modo una calidad general que no llega a los niveles de sus rivales desarrollados en Alemania.

En la lista de precios de Citroën aparecen dos versiones con el motor 1.6 THP: una, la de 200 CV, se atreven a ponerla a 29.990 €, un precio muy elevado para cualquier coche de menos de 4 metros y que sólo supera por poco el contrastado y emocionante Mini Cooper S John Cooper Works.

Los 20.229,26 € que piden por esta variante que hemos probado son, en consecuencia, algo más razonables. Aunque tampoco se pueden considerar una ganga, se sitúan al nivel del Mini Cooper que tiene el mismo motor de 120 CV del DS3 VTi.

Entonces nos encontramos con un coche cuyo precio está bastante bien calibrado, si se toma de referencia lo que piden sus competidores de referencia. El Citroën DS3 apunta sobre todo a la comodidad de uso y a un equipamiento bastante completo, además de unos niveles de personalización que no llegan a dinamitar el presupuesto.

De serie incluye el climatizador automático, el Bluetooth y entrada USB, sonido HiFi, las llantas de aleación de 17 pulgadas, la tapicería mixta tela/Alcantara o el servicio de asistencia Citroën eTouch. A partir de aquí, se pueden elegir varios tipos de llantas, asientos de piel bicolor calefactados (952,37 €), navegador (1.058,19 €), además de una gran variedad de adhesivos para la carrocería, entre otros pequeños detalles a elegir.

Hasta la llegada del DS3, Citroën jamás había hecho un coche tan potente ni tan avanzado tecnológicamente en este segmento. Sus antecesores tampoco fueron nunca tan buenos rodadores, entre otras cosas porque no albergaban tales ambiciones.

Lo que Citroën nos ofrece disfrazando de premium a su polivalente es una combinación entre diferentes variables: la comodidad que uno espera de la marca, las prestaciones que promete un motor hecho con BMW y un cierto nivel de personalización.

¿Vale eso lo que cuesta? Pues el público, en su sabiduría, decidirá. En cualquier caso, si uno consigue desnudar toda la ornamentación marketiniana, al final lo que te queda es un coche con el que se pueden recorrer miles de kilómetros como a uno le apetezca, bien a ritmo de caballo del malo o, en algunos momentos, como alma que lleva el diablo.