El mundo del automóvil está viviendo el que probablemente es el momento de cambio más profundo en sus 135 años de historia. La necesidad de reducir las emisiones ha llevado a toda la industria a centrar gran parte de sus esfuerzos en desarrollar sistemas de propulsión más eficientes y, hoy en día, cada vez son más las voces que apuntan hacia la movilidad eléctrica como única salida a este problema.
Es más, actualmente la gran mayoría de las marcas ofrecen en sus catálogos algún modelo con sistema de propulsión electrificado, y todas anuncian que tendrán una oferta más amplia en un futuro próximo.
En España, las grandes ciudades fueron las primeras en dar la voz de alarma. Tanto ‘Madrid Central’ en la capital y como ‘Zona de Baixes Emissions’ (ZBE) en casi toda Barcelona y algunas localidades colindantes (L’Hospitalet de Llobregat y parte de Cornellà de Llobregat, Esplugues de Llobregat y Sant Adrià de Besòs), se han convertido en áreas de acceso limitado a vehículos con etiqueta ambiental de la DGT.
Así, desde el 1 de enero de 2020 en Barcelona todos los coches sin etiqueta (diésel anteriores a 2006 y gasolina anteriores a 2000) tienen prohibida su circulación fuera de la Ronda de Dalt y la Ronda Litoral, de lunes a viernes de 7 a 20 horas, aunque se concedió una moratoria hasta abril que se alargará en función del tiempo que se mantenga el estado de alarma decretado por el Gobierno por el coronavirus.
En Madrid, por su parte, la norma prohíbe circular por el área delimitada a los coches sin distintivo ambiental que no estén empadronados allí y, salvo los que tengan etiqueta CERO emisiones (coches híbridos enchufables, coches eléctricos y coches de hidrógeno), impone restricciones para el resto: entrada permitida solo para estacionar en un garaje para los coches con etiqueta B o C; y entrar y circular únicamente durante dos horas los coches con etiqueta ECO.
Esta circunstancia está dejando fuera de juego a muchos vehículos que, aun estando en perfecto estado de funcionamiento y mantener los niveles de emisiones establecidos en el momento de su homologación, por antigüedad de fabricación se les considera más contaminantes.
En este sentido, se podría distinguir a dos tipos de vehículos. Los coches viejos de uso más frecuente, cuyos propietarios conducen para sus desplazamientos habituales; y los coches clásicos o a punto de serlo, en los que se ha prestado mucha atención a su cuidado y se encuentran en perfecto estado de conservación.
Frente a la clasificación estándar establecida con las etiquetas de la DGT, una correcta valoración de vehículos clásicos en lo que se refiere a sus emisiones debería tener en cuenta unos criterios diferentes a los que se están utilizando. No en vano, se trata de vehículos que por norma recorren al año menos kilómetros que los coches modernos.
Una prueba de ello es que los seguros para coches clásicos están especialmente adaptados a esas circunstancias y por eso tienen en cuenta factores como si el tomador posee otro vehículo que utiliza de forma habitual o declara que el coche antiguo va a ser utilizado esporádicamente y circulará menos de 10.000 kilómetros al año. Ese compromiso adquirido hace que, como norma general, estos vehículos acaben generando menos emisiones que muchos de los que actualmente se encuentran en circulación y que recorren muchos más kilómetros.
Es por ese motivo que, en algún momento, las autoridades deberían centrarse más en el tipo de utilización que se hace de los automóviles, en lugar de limitar su uso siguiendo criterios que difícilmente pueden conseguir alcanzar el objetivo buscado.
