Contacto: ¿A qué sabe la electricidad en un smart?

Essen (Alemania).- Quien más quien menos, sabe que el futuro en el mundo del automóvil se escribe cada vez más en letras verdes de limpia y eficiente electricidad. Educar a cuatro generaciones de conductores que llevan más de 100 años oyendo los pistones haciendo de las suyas no es tarea fácil, pero por algún lado hay que empezar.

De modo que, si hay que enseñar a la gente que cuando se gira la llave de contacto no hay que esperar el ruido del motor de arranque haciendo girar el volante de inercia, pues se enseña.

En el briefing previo a la prueba propiamente dicha, los responsables de la marca despertaron algunas sonrisas condescendientes cuando explicaron que un porcentaje muy grande de conductores del smart electric drive se bajaban del coche convencidos de que el coche no había arrancado.

Claro, es que no hace ruido cuando se pone en marcha. Especialistas en el motor o no, estoy seguro de que a más de uno le pasó lo mismo en la intimidad de la ruta escogida para la demostración.

Hablando de cosas más serias, la verdad es que el smart alimentado por baterías no desentona en absoluto en lo que a prestaciones se refiere. Es más, la entrega de par es tan buena desde el mismo arranque que por sensaciones al volante se podría equiparar al Brabus. O incluso mejor, me atrevo a decir, porque su empuje viene de la mano de una suavidad infinita, a años luz de la dinámica tosquedad de la versión deportiva.

Aunque el recorrido de prueba era demasiado corto y plenamente urbano, fue más que suficiente para sentir algo parecido a contundencia al pisar el acelerador. La respuesta es uniforme y bastante llena y, como monta una transmisión fija, no hay que esperar los saltos de los cambios de marcha que cortan la aceleración.

Vamos, que es la suavidad y consistencia silenciosas hechas coche a pequeña escala, frente al ruidoso nervio por atemperar de su musculado compañero.

La contrapartida, como en cualquier eléctrico, está en la limitada autonomía. No dudo que se pueda rodar 135 km seguidos en condiciones óptimas, tal y como reza su ficha técnica, pero en uso un poco intensivo podía verse cómo la aguja que señalaba el nivel de carga de la batería bajaba con rapidez.

El argumento frente a este claro inconveniente es siempre el mismo, independientemente de la marca que monte un propulsor a pilas grandes: la mayoría de la gente que se mueve por ciudad no llega a hacer 100 km al día ni en broma.

Es más, con la conocida densidad del tráfico urbano y la dictadura de los semáforos, llegar a hacer la mitad está sólo al alcance de auténticos profesionales con jornadas de trabajo muy extendidas. Obviamente, gremio de los taxistas queda exento de esta clasificación.