
Las líneas de los paneles laterales tienen forma de cuña y buscan dar la sensación óptica de un centro de gravedad más bajo. El alerón trasero se ha rediseñado y ampliado, va acompañado de un pequeño spoiler en su parte inferior donde va incluida la tercera luz de freno. Gracias a estas medidas el Cx del vehículo es de 0,32. Por último las llantas de 18″ están basadas en las empleadas en el Mazda RX8.

Los asientos delanteros son semi-bucket con tapicería en color negro con pequeños grafismos y costuras en rojo. El volante también comparte las costuras en color rojo.
Pero el punto fuerte de este vehículo está en el chasis y el motor. La mecánica, heredada del anterior Mazda 3 MPS tiene una cilindrada de 2,3 litros turboalimentada y ,ahora, supera la normativa Euro5. Ofrece una potencia de 260 CV a 5.500 rpm y un par máximo de 380 Nm a 3.000 rpm. En relación con el medio ambiente, el consumo se ha reducido en 0,5 litros a los 100, gracias a una nueva puesta a punto, y se ha equipado con el primer catalizador con nanotecnología simple del mundo, en cuya fabricación se ha reducido el empleo de materiales preciosos. Con todo esto, las prestaciones del coche son bastante buenas, una velocidad máxima de 230 km/h y una aceleración de 0 a 100 en 6,1 segundos, que le permitirá luchar cara a cara con el Ford Focus ST y el nuevo Mégane Renault Sport.

Como era de esperar, el chasis se ha reforzado para darle al vehículo una mayor agilidad. La barra estabilizadora es más amplia que la del resto de la gama y las suspensiones se han endurecido y rebajado. Los neumáticos empleados son unos Dunlop 225/40 R18 y en su interior se alojan unos frenos de disco ventilados de 320 mm delante y macizos de 280 mm detrás.
En elementos de seguridad cuenta de serie con 6 airbags, ABS, control electrónico de asistencia a la frenada y control de estabilidad DSC.
