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El bloque tetracilíndrico de 1.997 cc, denominado DW10, fue la base de partida de la gama, que inicialmente enfocaba sus valores en la economía de consumo, reducción de emisiones, suavidad de funcionamiento y baja rumorosidad.


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Pronto se pasó a versiones que rondaban los 130-140 CV, que aportaban un punto más prestacional a los originales, del cual Ford comenzó a sacar provecho a partir de 2005, en la segunda generación del Focus y dos años después en el Mondeo, de la misma forma que los Peugeot 307 y 407 o los Citroën C4 y C5, a los que hay que sumar los Mazda3 o Mazda
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Antes, sin embargo, ya se había colocado por debajo el motor de 1,4 litros, el cual llegaba a entregar hasta 92 CV montado en el primer Citroën C3. Fue en esa época cuando Ford, que denomina comercialmente Duratorq TDCi a sus modelos diésel, comenzó a sacar provecho del trabajo realizado con el grupo galo.












