

Se trata de un coche de salón, un showcar pero, debajo de esas formas que difícilmente verán la luz comercial, se esconde una máquina capaz de poner en aprietos nada menos que al R8, el superdeportivo perfecto de Audi.

Sobre dicha plataforma se ha construido una carrocería biplaza hecha de aluminio y rebajada 40 mm respecto al coupé de serie. Capó, portón, spoiler y otras piezas, son de carbono. Con ello, se ha logrado reducir el peso hasta los 1.300 kg de un conjunto en el que, estéticamente, se ha combinado el lenguaje de diseño de la actual Audi (la parrilla Singleframe da fe de ello) con inconfundibles guiños a su pasado, como por ejemplo la forma de los pilotos.



Pero el respeto a los mayores parece que no impide pasarles por encima cuando de lo que se trata es de exhibir última tecnología. En el quattro concept que hemos visto en París, el diferencial central estrena una nueva concepción, con corona, que le permite variar de forma significativa la entrega de par entre el eje delantero y el trasero en cuestión de milésimas.
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El añadido de un diferencial trasero deportivo, un engranaje gestionado por un embrague multidisco accionado por un actuador electrohidráulico, distribuye activamente la fuerza del motor entre ambas ruedas, con lo que se consigue un comportamiento en curva aún más eficaz.
Ante este despliegue tecnológico, el montaje de una caja de cambios manual de 6 velocidades, en lugar del típico DSG, parece querer hacer un nuevo guiño al pasado aunque, curiosidades de la vida, la primera vez que Audi montó un cambio secuencial fue, precisamente, en el Audi Sport quattro…


