

Sin embargo, desde el caso «pedalgate» aparecido a principios de año, en el que más de 4 millones de vehículos estaban afectados por un defecto que podía implicar que el acelerador se quedara atascado, parecía que a la firma japonesa le habían crecido los enanos. En poco tiempo han salido a la luz otros defectos que afectaban a la seguridad, como por ejemplo un fallo en el funcionamiento del control de estabilidad del VSC del Lexus GX 460, modelo de lujo derivado del Toyota Land Cruiser.

Más de 270.000 unidades fueron llamadas a revisión en Asia y Norteamérica debido a la rotura de muelles de válvula. Aunque esta avería afectaba al rendimiento de los propulsores, más que a la seguridad, no ha sido hasta ahora que se decidió hacer una llamada masiva, sobre todo después detectar desde octubre de 2009 un incremento de informes de «fallo total del motor» y de rotura de los muelles de válvula de 3,3 mm.

Ello no ha impedido, sin embargo, que su imagen se esté viendo deteriorada de una forma global, de ahí que finalmente se hayan decidido a invertir más tiempo (y por tanto, dinero) en el desarrollo de sus modelos.



Pese al reconocimiento de los errores de su compañía, Uchiyamada también ha lanzado una advertencia a sus proveedores. Toyota, que ya era reconocida -y temida a la vez- por sus altos niveles de exigencia hacia las empresas que le suministran componentes, asume que la comunicación con éstas, así como los ingenieros externos, no era todo lo clara que debería haber sido.
Por ese motivo, de aquí en adelante, a medida que se vayan renovando contratos de compra, habrá una mayor implicación de Toyota para conocer el proceso de producción utilizado por los fabricantes de piezas.
1 comentario