
Esto ocurre porque, al bautizar con ese nombre a su nueva limusina, el constructor de coches de lujo rinde tributo a la curva que sigue a la larguísima recta del circuito de Le Mans, donde puede presumir de haber conseguido la victoria en seis ocasiones en la prueba de resistencia más mítica del automovilismo.
Los guiños con el pasado no se acaban aquí, puesto que el frontal del Bentley Mulsanne se inspira en el S-Type de la década de los 50, con un frontal en el que domina la tradicional rejilla y los faros interiores redondos. La tecnología de vanguardia, sin embargo, no puede dejarse de lado, y anticipo de ello son los pilotos traseros tipo LED.

Se ha incrementado el uso de madera y cuero para dar mayor sensación de lujo, y se combinan con salidas de aire con forma de ojo de buey y otros detalles como acabados en acero inoxidable e interruptores de vidrio.

Una de las aplicaciones de estos dispositivos consiste en la posibilidad de mantener cerradas las válvulas de 4 cilindros del V8 para ahorrar combustible cuando se circula a velocidad de crucero. El cambio automático ZF de 8 relaciones, que envía la fuerza del motor a las ruedas traseras cuenta, por primera vez en Bentley, con levas en el volante y también pone su granito de arena en el apartado del consumo, donde la marca asegura haber logrado un descenso de la media del 15%.


Los enormes neumáticos de 265/45 sobre llanta de 20″ de serie (265/40 R 21 opcionales) ponen la guinda a un comportamiento dinámico que se supone de primer nivel, siempre teniendo en cuenta que se trata de un automóvil de más de 5 metros y medio de longitud y casi dos metros de anchura.