Prueba Skoda Yeti 2.0 TDI 110 4×4: convenciones aparte

© Cochesafondo

Prueba realizada por Roger Escriche

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Nos quedó muy claro en la última edición del Salón del Automóvil de París: el de los SUV compactos continúa siendo el segmento de moda. Suzuki, con el S-Cross, y Chevrolet, con el Trax, han sido las dos últimas marcas en llegar, pero la cosa está realmente abarrotada, con propuestas de todo tipo de fabricantes, generalistas como el pionero Nissan Qashqai (cita más que obligada) y Premium como el Mini Countryman que pasó recientemente por nuestras manos.

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Skoda es una de las marcas que lleva tiempo por estos lares. El Yeti se deja ver por los concesionarios desde 2009 como una propuesta estética un poco alejada de los cánones que imperan en el segmento. Su oferta de motorizaciones es extensa, con tres opciones de gasolina y tres diésel, la mayoría combinables con la tracción a las cuatro ruedas, y potencias que llegan hasta unos respetables 170 CV.

Aunque la mayoría de compradores de este tipo de vehículos no tenga excesivas aspiraciones aventureras, la vocación campera del Yeti se deja ver en el hecho de que incluso la versión de acceso diésel, protagonista de este prueba y que normalmente se reserva a perfiles prácticos y poco preocupados por las prestaciones, también puede contar con la tracción a las cuatro ruedas.

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Si en los motores de gasolina del Grupo Volkswagen la tendencia al downsizing está muy generalizada, la mayor parte de las opciones diésel parten de los estandarizados cuatro cilindros y 2,0 litros de los que se extraen una gran variedad de potencias. El común denominador de este bloque TDI de inyección directa common-rail y doble árbol de levas en cabeza es un funcionamiento robusto y solvente en casi cualquier circunstancia, que llega a su mejor punto de equilibrio entre prestaciones y consumos en la variante de 140 CV y 320 Nm.

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El Skoda Yeti es otro de los muchos beneficiarios de la democracia de los 2,0 litros diésel. Está disponible en versiones de 110 CV, 140 CV y hasta 170 CV, todas ellas asociables a la tracción total 4×4. El ejemplar de la prueba supone, por lo tanto, el acceso a una gama capaz de digerir potencias bastante respetables para un SUV compacto.

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A pesar de ello, el nivel de prestaciones de este motor es más que suficiente para un uso convencional del vehículo, mayoritariamente por ciudad, carretera asfaltada, donde es capaz de desarrollar una velocidad máxima superior a los 170 km/h, y pistas de tierra en buen estado.

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A diferencia de la variante con tracción delantera, que está acoplada como única opción a un cambio manual de 5 velocidades, la opción 4×4 se asocia a un manual de 6 velocidades mucho más satisfactorio en cuanto a tacto y funcionamiento. Esta transmisión permite además extraer las prestaciones del propulsor sin penalizar tanto los consumos como nos sucedió en nuestro primer contacto con el modelo.

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Cuando no se le exige más de la cuenta y el ritmo es sosegado, los consumos son al contrario bastante buenos para un vehículo con tracción total, una aerodinámica muy poco eficiente y unos enormes e innecesarios neumáticos de 215/60 montados sobre unas llantas de 16 pulgadas. La semana que pasó con nosotros en Cochesafondo concluyó con unos 6,5 l/100 km de media en el ordenador de abordo que dan por buenos los 6,1 l/100 km homologados por la firma checa para esta versión, exactamente los mismos que figuran en la ficha técnica de la variante 2.0 TDI de 170 CV.

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Nuestro primer contacto con el Yeti ya nos dejó claro que Skoda había intentado alejar este SUV compacto del comportamiento tranquilo y aposentado del Octavia, con el que comparte plataforma. En el Yeti todo es un poco más dinámico y divertido, como corresponde a un modelo enfocado, sobre el papel, al ocio más que a la movilidad diaria. Aunque después la realidad se encargue de corregirnos.

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Lo que también se ha encargado de corregir la realidad es que las tracciones totales sirvan únicamente para meterse por el campo. El primer contacto con la cuarta generación del embrague Haldex que monta el Yeti lo tuvimos en un modelo tan poco sospechoso de poseer complejo de carba montesa como el Volkswagen Golf R con sus 270 CV de pura adrenalina.

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Salvando las distancias, lo verdaderamente destacable aquí es la versatilidad del sistema. Cuando se circula por asfalto seco, el 96% de la tracción va a la ruedas delanteras, pero si las cosas se ponen difíciles podemos disponer de hasta el 90% de toda la potencia en las ruedas traseras. Esto sirve tanto para circular por un camino embarrado como para mejorar el comportamiento y la seguridad sobre asfalto mojado, por ejemplo.

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Sin pretender pasarnos de optimistas, el Skoda Yeti es el modelo con mayor vocación todoterreno de la gama del fabricante checo. Además de la tracción total, posee una altura libre al suelo de 180 mm y la suspensión trasera multibrazo del Octavia modificada para ampliar su recorrido en 30 mm.

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Encima, tiene un botón con la inscripción ‘Off-Road’. Y es que las marcas han encontrado en la electrónica un aliado perfecto para poner al alcance de todos aquellas técnicas de conducción todoterreno que permiten desenvolverse con soltura por zonas más o menos complicadas.

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El botón ‘Off-Road’ básicamente regula de forma automática los sistemas de asistencia del motor y los frenos. En sus funciones se incluye por ejemplo el control de arranque en pendientes con poca adherencia, que limita el régimen de giro del motor a 2.5000 rpm para que no patinen las ruedas, relaja la actuación del ASR y del ABS y acentúa la reacción del Bloqueo Electrónico del Diferencial EDS. O también el control de descenso, que permite bajar pendientes pronunciadas o resbaladizas sin tener que preocuparse del acelerador y los frenos.

Desde luego que el botón ‘Off-Road’ no nos sacará de una trialera en la que nos hayamos metido por error, pero supone sin ninguna duda una mejora real y efectiva en las capacidades camperas del vehículo.

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Al principio solo se trataba de una carrocería levantada, protecciones de plástico, algunas versiones con tracción total y poco más. Con el tiempo, sin embargo, los SUV compactos han sabido incorporar entre sus atributos con bastante acierto cuestiones como la modularidad y versatilidad interior, desarrollando incluso algunas variantes con siete plazas.

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El Yeti, como creación de Skoda que es, tiene también algo de vehículo familiar. Las principales ventajas de su habitáculo vienen dadas por unas formas exteriores cuadradas que aportan un buen espacio libre hacia el enorme techo solar y los laterales para todos los pasajeros. Tanto, que Skoda se permitió colocar la banqueta trasera 2 cm por encima de los asientos delanteros.

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La simplemente correcta capacidad del maletero (416 litros) permite sin embargo disponer de un buen número de combinaciones para la banqueta trasera, cuyos asientos laterales pueden desplazarse hacia delante, hacia atrás e incluso hacia el centro si eliminamos el simulacro de asiento central. También podemos optar por desmontar completamente la banqueta trasera. El mecanismo para hacerlo no es especialmente intuitivo, pero el resultado es un espacio de carga de 1.760 litros casi completamente cuadrado y con un portón de acceso simplemente gigante.

Por lo demás, y aunque ni siquiera los fantásticos asientos de piel consiguen alegrar un poco el aspecto sobrio del habitáculo, todos los dispositivos se encuentran en el lugar apropiado y los ajustes y acabados son buenos.

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Nos pongamos como nos pongamos, las variantes con tracción total de los SUV compactos son un pequeño lujo que las marcas nos obligarán a pagar. Es por ello que, si bien el Yeti arranca en los 20.200 € de la variante 1.2 TSI de 105 CV y el nivel de acabado Active, para disponer la versión básica del protagonista de la prueba en Skoda nos exigirán pagar 6.100 € más, y todavía 1.000 € más si preferimos el nivel de acabado intermedio Ambition, que añade detalles básicamente funcionales.

A cambio obtendremos un ejemplar del segmento de moda en el que se ha sabido conjugar con bastante equilibrio versatilidad y espacio interior, un buen comportamiento en carretera y la capacidad para desenvolverse con soltura en nuestras pequeñas aventuras lejos del asfalto.

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