Prueba Mercedes-Benz Clase B 200 CDI: evolución de la especie

 

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Prueba realizada por Gabriel Esono

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Mercedes-Benz lleva unos cuantos meses tratando de explicar, a cualquiera que quiera escuchar, que ya no es la misma. Con la campaña “Algo está pasando en Mercedes”, le está diciendo a aquellos antes jamás reparaban en la marca que ya no es aquel fabricante de coches recios y angulosos, cuya nobleza residía fundamentalmente en la sobriedad de su apariencia y en la robustez emanada por cualquiera de sus componentes.

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La tarea no es sencilla, porque con más de un siglo de historia a cuestas, convencer al personal de que la estrella alemana también puede satisfacer a un público más joven –que no juvenil- requiere una gran inversión pedagógica, medios de comunicación mediante.

Pero todo este esfuerzo serviría de bien poco si no se alimentara con hechos claramente visibles como, por ejemplo, diseñar coches mucho más atrevidos. En este sentido, hay que reconocer que hace ya tiempo que Mercedes-Benz tiene poco problema en dejar de lado ciertos convencionalismos y, aunque nunca ha renunciado a la gama de productos que han hecho de ella lo que es hoy, no es menos cierto que modelos como el SLK o el CLS han marcado tendencia e inaugurado segmentos donde nadie antes se había atrevido a entrar. Algo parecido se puede decir del Clase A, cuya silueta monocuerpo se construía sobre una estructura tipo sándwich y dio lugar, en una segunda generación, al primer Clase B.

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Hoy, sin embargo, ni uno ni otro tienen nada que ver con sus predecesores. De hecho, en sentido estricto, tanto el nuevo y precioso Clase A presentado en el Salón de Ginebra 2012, como esta especie de monovolumen dinámico en que parece haberse convertido este Clase B, señalan claramente el nuevo rumbo que toma la marca, que en realidad lo que hace es llevar aún más lejos sus pretensiones de seducir a un público más amplio sin renunciar a algunos de sus principales valores.

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Con BMW y Audi voluntariamente apartados de la lucha por la versatilidad en segmentos populares, el Mercedes-Benz Clase B está prácticamente solo en este mercado. Haciendo un ejercicio de abstracción que nos ciña a datos más o menos objetivos, quizá el modelo que hoy tiene más puntos en común con el monocuerpo de Stuttgart es el Golf Plus, pero por mucho que Volkswagen mantenga en nuestro mercado un halo de fabricante de coches de calidad por encima de la media, la marca del “coche del pueblo” sigue siendo, pues eso, una marca para el pueblo.

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La primera y más importante diferencia de la segunda generación del Mercedes-Benz respecto a su predecesora se encuentra en el chasis. Aunque de este aspecto lo explico con más detalle en los siguientes apartados, es importante recalcar que la controvertida estructura tipo sándwich, que obligaba a montar los motores muy inclinados, ha dejado su sitio a una plataforma autoportante más convencional.

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Ello ha permitido a Mercedes aprovechar la gama de motores utilizada en sus modelos de corte más tradicional, aunque se han desarrollado una serie de modificaciones para adaptarla a las exigencias de la nueva familia de compactos, que incluye al precioso Clase A que se ha presentado en Ginebra.

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En el caso que nos ocupa aquí, el B 200 CDI cuenta con un propulsor diésel con un desplazamiento rebajado hasta los 1.796 cc. No se debe confundir con el C 200 CDI, de cuyos 2.143 cc se extraen los mismos 136 CV de este familiar, pero que ofrece 60 Nm más de par que los 300 Nm del monovolumen.

Se trata, en cualquier caso, de unas cifras que cuadran dentro de lo esperado en un motor de su cilindrada, a medio camino de los sobrios 1.6 y los ruteros 2.0 que pueblan el segmento de los compactos.

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La intención de la marca estaba clara: conseguir la respuesta de un motor medio con el consumo de uno pequeño, para lo cual ha sido dotado de elementos cada vez más comunes como función de parada y arranque ECO, de serie en todos los motores de la gama.

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Pues en lo que se refiere a las cosas que dice cuando pisas el acelerador, no decepciona. Se trata de un propulsor que hace del Clase B un excelente y equilibrado rodador, que ofrece a quien lo conduce la confianza suficiente para afrontar fuertes repechos y adelantamientos a buen ritmo. La palanca del cambio de marchas tiene, para mi gusto, un tacto demasiado duro, pero la precisión a la hora de insertar las velocidades es óptima. En cualquier caso, ya puestos, la alternativa de la caja de cambios automática de doble embrague 7G-DCT (2.002 euros con llanta de 16 o de 17 pulgadas; 2.362,36 euros con las de 18 pulgadas) se antoja como una opción de lo más interesante.

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Más favorable que las prestaciones fueron incluso los consumos que arrojó el B 200 CDI durante la prueba. La media de 5,7 l/100 km es la más baja entre los coches de su segmento que hemos publicado (el fabricante asegura que se pueden conseguir 3,9 l/100 km), e incluso es mejor que la de algunos modelos más pequeños y con motor más modesto. Siempre insisto en que nosotros no solemos hacer tests rigurosos, pero después de haber recorrido más de medio millar de kilómetros con él, a partir de ahora lo tendré como referencia en lo que se refiere a gasto de combustible.

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Lo que ya resulta más difícil de medir es cómo Mercedes ha conseguido evolucionar el refinamiento de este motor respecto a anteriores CDI de la marca. Mucho más suave y, sobre todo, silencioso, el hecho de que hayan prescindido del aislamiento bajo el capó demuestra la confianza en las mejoras realizadas en este sentido.

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Tal y como explicaba en el anterior apartado, el Clase B abandona la peculiar estructura de dos plataformas paralelas, para convertirse en el primer Mercedes-Benz de tracción delantera con un chasis monocasco.

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Más bajo que el de la anterior generación, este monovolumen cuenta además con un nuevo tren trasero de cuatro brazos, en el que recae gran parte de la responsabilidad de su cambio de actitud sobre el asfalto. El anterior requería de una suspensión firme que asegurara un comportamiento a la altura de su estatus, pero que condicionaba un punto sus cualidades como vehículo familiar, en el que se supone que la prioridad es el confort.

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Ahora en cambio, el equilibrio entre dinamismo y trato a los ocupantes está mucho más logrado. Sorprende, de hecho, su agilidad, ya que a pesar de que sus 1.475 kg superan en 40 kg el peso de su predecesor, está al nivel de los mejores en este sentido, como por ejemplo el Ford C-Max, al que supera además en calidad de rodadura. Y es que además de reacciones rápidas y predecibles, resulta que es muy cómodo, de ahí que, esta vez sí, el caminar del familiar compacto de Stuttgart puede confundirse con el de sus hermanos mayores.

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Todavía se puede mejorar el comportamiento, porque Mercedes tiene listo un tren de rodaje deportivo opcional, que baja 20 mm más el centro de gravedad, incorpora amortiguadores con regulación selectiva y una dirección más directa. La de serie, con servoasistencia eléctrica, también se ha desarrollado para la ocasión, y es muy coherente con el planteamiento de partida de este coche: suave, pero muy presente; rápida, pero no tanto como para tener que corregir en cada giro.

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Al final, lo que Mercedes-Benz ha conseguido es que, al ponerse al volante del nuevo Clase B, se tenga siempre la sensación de que está todo bajo control. Ni un mal gesto en plena curva, ni un desmán cuando frenas a fondo la primera vez, ni la segunda, ni la quinta… Las emociones que transmite no te harán segregar sudores fríos y adrenalina, pero sí permiten respirar la paz y serenidad que pueden esperarse de un coche de vocación familiar como éste.

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El nuevo Mercedes-Benz es más bajo y, sin embargo, la marca asegura que se ha aumentado la altura libre al techo. Y es que una de las grandes ventajas de la anterior plataforma, que permitía disponer de una superficie completamente plana en todo el habitáculo, obligaba por otra parte a sacrificar algunos centímetros hacia.

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Ahora, con los asientos más bajos y la posición de conducción más erguida, la ergonomía mantiene el alto estándar ya conocido, pero se tiene más sensación que antes de estar montado en una de las típicas berlinas de la marca. De hecho, Mercedes no oculta que este monovolumen supera en algunas cotas del interior a bestias pardas del espacio como son el Clase E y el Clase S. En cualquier caso, quien ocupe la plaza trasera central se sentirá peor tratado que el resto porque, además de contar con menos superficie de banqueta (algo que antes no pasaba), se encontrará con el túnel central que antes no había. Es poco voluminoso, pero está, y eso es un claro paso atrás.

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Tampoco se gana en capacidad de maletero, que pasa de unos espléndidos 544 litros a unos bastante razonables 486 litros en esta versión. Se puede ampliar plegando los asientos traseros, pero no consigo acostumbrarme a encontrar un escalón que rompa con la superficie completamente plana que, a mi entender, debería ser obligatoria en cualquier monovolumen que se precie.

Al menos, Mercedes ofrece el sistema Easy-Vario-Plus opcional (desde 550 euros), que permite mover longitudinalmente los asientos traseros 140 mm, con lo que se puede incrementar la capacidad del maletero hasta los, de nuevo excelentes, 666 litros, aunque sea a costa de limitar el espacio para las piernas de los pasajeros.

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Mercedes-Benz no puede evitar hacer coches sobrios. Ahora lo son menos que antes, ciertamente, porque las formas de sus automóviles entran por los ojos independientemente de que lleven la estrella en la parrilla. Pero una vez dentro, aunque se agradece que hayan abandonado los ángulos rectísimos, se mantiene ese talante políticamente correcto que sólo perdieron una vez, con el primer Clase A.

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Probablemente no importe. A muchos de quienes se acerquen al concesionario es casi seguro que les tranquilizará ver que en Mercedes algo está cambiando, pero no todo, y la contención estética del interior les debe compensar el punto de dinámica modernidad de la carrocería del Clase B.

En cualquier caso, tanto los que reparen en los pequeños y grandes detalles como a los que solo les importe que en su llavero luzca una estrella, el nuevo monovolumen de Mercedes se ha erigido en un muy buen ejemplo de cómo debe de ser un coche compacto y familiar. No es perfecto, porque su maletero debería ser plano, pero casi, porque en él se viaja casi como en una berlina de lujo, por espacio y refinamiento general de marcha.

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Pero Mercedes no sería Mercedes si no te hiciera pagar por ello. Nada menos que 26.900 euros el barato, el B 180 de gasolina, y 29.800 euros el tope de gama de gama, el B 200 CDI. Esto no se acaba aquí, porque si quisieras un coche exactamente igual al de las fotos, con su paquete Exclusivo que incluye cuero negro (1.777 euros), sus llantas de 17 pulgadas (814 euros), su navegador Navibox (720 euros), su control de crucero Tempomat (275 euros) o su paquete cromado (325 euros), entre otros ítems que se incluían en la lista, el precio asciende hasta los 37.040,48 euros.

Una vez más nos encontramos con el dilema de siempre con las marcas premium: ¿valen lo que cuestan? Y, como casi siempre, con pocos matices, mi respuesta suele ser la misma: si puedes pagarlo, ¿por qué no?

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