Prueba Fiat 500C 1.3 Multijet 95 S&S Lounge: pequeño seductor

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Prueba realizada por Gabriel Esono

La historia de Fiat podría dar para varias enciclopedias. Coches de todos los tipos y tamaños han poblado sus catálogos durante más de 90 años, en los cuales las han visto de todos los colores. Hay, sin embargo, un modelo que supera en importancia al resto, y ése es el Fiat 500.

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De la misma forma que el Escarabajo de Volkswagen motorizó Alemania y el SEAT 600 popularizó el automóvil en España, el pequeño italiano permitió a miles de conductores del país transalpino pasar de la Vespa o su derivado motocarro a todo un cuatro ruedas. Modesto, sí, pero tenía volante y no te mojabas cuando llovía.

No somos italianos, pero probablemente muchos de nosotros podemos comprender el sentimiento entre nostálgico y simpático que despierta ese recuerdo, una simpatía que Fiat ha comprendido que podía traspasar fronteras.

Ésa es, pues, la principal baza del Fiat 500 del siglo XXI, un coche que, bien sea con techo duro o con la melena al viento, dibuja sonrisas al pasar. La apuesta del constructor turinés no es original, porque los primeros que se la jugaron fueron los alemanes de Wolfsburg con el New Beetle, va para tres lustros ya. Tiempo después, BMW pensó con acierto que la idea podía servir también para el Mini al que, eso sí, le ha imprimido un carácter premium inédito en un segmento, el de los pequeños urbanos, hasta entonces marcado por el pragmatismo.

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El Fiat 500 en general y el 500C en particular le dan un giro más a este concepto, ya que aunque la marca se precia de ser una de las más generalistas, también han sabido darle un cierto toque de exclusividad a las añejas formas de su pequeña criatura.

La gran cantidad de versiones especiales que lanzan de este coche, sumado a un catálogo de colores y opciones más extenso que el de una tienda de Benetton, muestran cómo la marca ha hecho de la personalización otro de los ganchos que atraen las miradas hacia el 500C, un juguete que en este caso aporta la capota de lona como un punto más a favor de la exclusividad. Vamos a ver si, además, se comporta como todo un coche.

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La creatividad de la que históricamente han gozado los fabricantes italianos ha ido siempre más allá del puro diseño de formas atractivas. De hecho, mientras marcas como Alfa Romeo y Lancia, desde hace años dentro de la órbita de Fiat, tradicionalmente hacen gala de un estilo muy personal que plasman en sus carrocerías, lo de la casa madre ha solido ir por otros derroteros.

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Ellos inventaron el sistema common-rail de inyección diésel, un mecanismo que se ha convertido en el estándar en la práctica totalidad de turismos alimentados por gasóleo. Por ese motivo, no es de extrañar que hayan sido capaces de extraer 95 CV del pequeño tetracilíndrico 1.3 Multijet, un prodigio en lo que a parquedad de consumos se refiere.

Fiat firma para este 500C 3,9 l/100 km de gasto de combustible. A nosotros no nos ha bajado tanto, pero los 5,5 l/100 km de media que consumió durante los casi 650 km que recorrimos con él lo convierten en el coche más sobrio del más de centenar que hemos publicado.

Naturalmente, el sistema Stop&Start ha tenido mucho que ver en ello, aunque lo que realmente cuenta es la eficiencia de un propulsor que se mueve a gusto a medio régimen, sobre todo gracias a lo bien elegidos que están los desarrollos del cambio manual de 5 relaciones.

No le hacen falta más marchas a esta transmisión, pero el tacto de la palanca sí podría mejorarse. Es un tanto esponjoso y precisión, la justa. Incluso el pomo, a juego con el salpicadero, es tan liso que resultaría mejor conducir con guantes, como se hacía antiguamente, o bien pedir por favor que te lo traigan tapizado en piel, por 50 €.

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Si tenemos en cuenta que aquí las prestaciones no son un tema demasiado relevante, he echado de menos la posibilidad de equiparlo con el cambio con embrague pilotado, que se adaptaría sin problemas a la filosofía del Fiat 500C, que a pesar de ello no le hace ascos a desplazamientos interurbanos, sobre todo cuando vas al apartamento de la playa.

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Como la exigencia prestacional en el Fiat 500C con el motor 1.3 Multijet es escasa, no ha hecho falta tirar de elaboradas configuraciones del bastidor.

McPherson delante y ruedas tiradas detrás, ambos ejes cuentan con esquemas de sobrada solvencia en modelos de este tipo, en los que es más importante el tamaño de los componentes que una eficacia extrema en su comportamiento en curva.

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Del mismo modo que el motor juega un rol destacado en ciudad, la agilidad que le conceden su tamaño y su bastidor le permiten callejear como pocos, demostrando una soltura que ni siquiera las enormes llantas de 16″ consiguen empañar.

Es más, el bastidor tolera sin problemas las prestaciones de esta mecánica, que en ningún momento le hace pasar apuros. Pese a ello, si piensas en este coche no estaría de más pensar en el ESP entre las opciones a adquirir, por 490 €.

Curiosamente, a pesar de que el 500C parece estar más enfocado al confort, las suspensiones tienen un punto de dureza que invita a hacer rápidos cambios de carril, a costa de comprometer en algún momento la comodidad de los ocupantes cuando los chicos de las obras se dejan algún surco por cubrir.

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La dirección también participa activamente en el comportamiento urbano de este descapotable.

Gracias a la asistencia eléctrica, Fiat dispone en el salpicadero de sus modelos la ya tradicional tecla City, gracias a la cual puedes mover el volante con suma facilidad. De hecho, si te pones, puedes usar el dedo meñique, aunque no se lo recomiendo a nadie.

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En cualquier caso, sea en la posición City o en la normal, se trata de una dirección muy directa y comunicativa.

Lástima que, al menos con las preciosas llantas opcionales, el diámetro de giro es sorprendentemente grande para un coche de este tamaño, lo que obliga a hacer más maniobras de las esperadas.

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Si este coche enamora a primera vista, cuando te sientas en el interior la primera impresión es también la de un coche muy coqueto.

El diseño de su habitáculo está plagado de multitud de detalles retro, que van desde el cuadro de de instrumentos hasta el pomo del cambio, pasando por las manecillas de las puertas o, sobre todo, el salpicadero en su conjunto.

Una nueva demostración de que se pueden hacer cosas bonitas sin renunciar a unos costes de producción contenidos.

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Quizá por ello sea más fácil pasar por alto el escaso refinamiento acústico y de funcionamiento del motor. Aunque ya nadie se escandalice al oír el traqueteo diésel mientras pasa cualquier coche descapotable, por grande y lujoso que sea (mira, por ejemplo, el Mercedes Clase E que probamos), en el Fiat 500C la presencia del 1.3 Multijet es más evidente de lo deseable, especialmente cuando pliegas la capota para que te dé el sol o para que vean quién está dentro. La excusa es lo de menos.

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Hay que pensar que cuando este motor comenzó su andadura eran coches como el Fiat Punto (o Grande Punto, o Punto Evo…) y el Bravo los que lo montaban.

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En el pequeño 500C, precisamente por tratarse de un coche en el que todo está más cerca, resulta complicado realizar un aislamiento eficaz, aunque se puede decir que se encuentra dentro de los límites admisibles en un coche de su tamaño.

El lugar ideal para desplazarse en el estiloso turinés está claramente en las plazas delanteras. Sus dimensiones exteriores ya dan una buena pista de lo que te puedes encontrar dentro, y contribuyen a acercar posturas con tu compañero o compañera de viaje, pero no tanto como en las traseras.

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Éstas no son de mero trámite, porque un adulto con paciencia puede pasar un rato en ellas si lo distraemos con una buena conversación, pero si tienes dos mejores amigos, este coche podría obligarte a tomar decisiones.

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Una de las decisiones que tendrás que tomar, después de tener claro que el precio de partida de este coche son 19.350 €, será el color. Entre los once posibles en la configuración inicial, que cuestan o nada, o 320 € o 1.020 €, no encuentran los específicos de las series especiales, como el «by Diesel» o el «Black Jack» que cada poco tiempo lanza Fiat.

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Luego estará la tapicería, que entre las combinaciones tela/piel (sintética) o piel a secas te da otras 13 combinaciones posibles, por las que puedes pagar hasta 970 €. Y para redondear el maquillaje más habitual, una carta de 10 llantas de diseños y medidas particulares (de 0 € a 210 €).

Como el acabado Lounge es el más completo de los convencionales, en su interior encontramos con el volante de piel con los mandos de la radio incluidos, el Blue & Me (así llama Fiat al equipo de radio y Bluetooth), el climatizador manual, los faros antiniebla o los espejos retrovisores exteriores eléctricos y calefactables.

Las llantas de 16″ que salen en las fotos cuestan 210 €, por 310 € sale el climatizador automático y el ESP, lo repito aquí de nuevo, 490 €. Los faros de xenón, por si queremos hilar más fino en seguridad, se ofrecen por 690 €.

A pesar del descuento de 1.000 € que ofrece este mes la marca, el conjunto te puede subir bastante por encima de unos 22.000 € que lo colocan claramente en la órbita del Mini. Claro que, si cierras los ojos y piensas en el uno y en el otro, la flemática sobriedad del pequeño angloalemán poco tiene que hacer con la simpatía latina que destila el Fiat 500C.

©Piero Schiavo

Uno de los valores que a todo descapotable se le suponen es el glamour. Grandes o pequeños, caros o carísimos, los coches con techo plegable destilan un aura de exclusividad y cierta altivez que hace volver las miradas a su paso.

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Hace medio siglo a nadie se le habría ocurrido sugerir que un coche como el Fiat 500C podría posar sin ruborizarse junto a una top model.

Hoy, en cambio, se lo rifan desde a Elle McPherson hasta Barbie, y lo que se había creado como un medio de transporte para motorizar a todo un país se ha convertido en un objeto de moda.

Y como lo tal hay que tratarlo. Hay coches más cómodos y grandes, de la misma forma que los hay más rápidos y deportivos. Pero el Fiat 500C tiene una gracia y una simpatía poco comunes.

No alardea, y posiblemente ahí radique su mejor virtud, ya que destila la modestia de su predecesor aunque, en el fondo, donde más a gusto se mueve es en los mismos lugares donde lo hacen los coches de rancio abolengo.

Lo dicho, sólo los italianos son capaces conseguir algo así y que además nos guste.

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