Prueba BMW X3 xDrive35i: mestizaje irracional

 

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Prueba realizada por Gabriel Esono

¿Cuántas veces me habré preguntado si tiene sentido hacer un todoterreno sabiendo que, probablemente, la mayoría de sus propietarios nunca pisarán con él una superficie más accidentada que el camino adoquinado hacia algún parador nacional?

En cierto modo, se trata de una pregunta tabú, porque implica, por un lado, que el fabricante está dispuesto a hacer coches más altos y pesados, es decir, menos dinámicos y eficientes.

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Por el otro, porque hace más difícil al que firma el cheque encontrar una justificación objetiva que explique por qué un 4×4 y no un familiar que le podría hacer el mismo servicio.

Seguramente BMW ya era consciente de todo ello cuando creó el primer X5 y, sin embargo, acertó de pleno con su primer Sport Activity Vehicle, SAV para los amigos. Se inventaron este nombre para desmarcarse del resto de SUV que comenzaban a proliferar en el mercado, como si el hecho de que el de Múnich fuera el primer modelo de este tipo lanzado por una marca premium, y el que su comportamiento dinámico no tuviera nada que ver con el cualquier 4×4 producido hasta la fecha, no hubieran sido suficiente distinción.

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El BMW X3 fue la lógica evolución de este mismo concepto, que cada vez se ha ido aplicando a segmentos de menor tamaño (ahí están el BMW X1 y el Audi Q3 para demostrarlo), por tanto de menor precio y, si aciertas con el diseño, de mayor volumen.

Si la primera generación del ahora todocamino medio de la marca (dejó de ser el pequeño cuando apareció el X1) marcó nuevas referencias cuando se habla de estabilidad y maneras sobre el asfalto en este tipo de automóvil, esta segunda llega con idénticas intenciones.

De esta manera vuelve a adelantarse a Audi, que juega la baza del tamaño con el Q5, y a Mercedes-Benz, que con la robusta silueta del GLK deja entrever unas aptitudes offroad aparentemente más desarrolladas.

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Uno de los inconvenientes de granjearte fama de desarrollar grandes motores es que no puedes permitirte el lujo de dormirte en los laureles. Te arriesgas a caer en la autocomplacencia y puedes acabar pensando que lo que haces siempre será lo mejor, que no hace falta cambiarlo demasiado.

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En propulsores de gasolina, BMW de casi toda la vida había apostado por el equilibrio de los seis cilindros en línea, la alegría de la carrera corta y homogeneidad de la alimentación atmosférica.

Sobre el papel (y en la práctica también) parecía la combinación ideal, aunque con el tiempo la marca alemana se había ido quedando sola en su propuesta clásica frente a la compacidad de los V6, la aportación de bajos de la carrera larga y, cada vez más, la solvencia de la sobrealimentación.

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En este último punto es donde está la madre del cordero y por eso a los chicos de Múnich parece no haberles importado demasiado renunciar a sus principios con tal de seguir ofreciendo motores de referencia en rendimiento.

Ya hemos hablado en alguna que otra ocasión de la última generación de motores TwinPower Turbo de BMW. El caso que nos ocupa, un bloque de 2.979 cc con inyección directa, Valvetronic y turbo Twin-Scroll, se ha llevado los halagos del jurado de los International Engine of the Year Awards en varias ocasiones, y no ha sido porque sí.

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Se trata del mismo propulsor que nos puso los pelos de punta en el BMW 135i Coupé, que nos satisfizo en el BMW 535i Touring y que, montado en el BMW X3 xDrive35i, no ha hecho sino corroborar lo bien paridos que están sus 306 CV de potencia y 400 Nm de fuerza.

Como siempre, para los que palabras como sensacional, emocionante o brutal no signifiquen gran cosa, tenemos alguna que otra cifra para despertar sus bajos instintos: aceleración de 0 a 100 km/h en 5,7 segundos o velocidad máxima establecida en 245 km/h. Estamos hablando de valores que permiten al tope de la gama X3 tutearse sin rubor con el Volkswagen Golf R, la versión más potente de todos los tiempos del popular compacto alemán.

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He tenido que usar esta referencia porque ni el Mercedes-Benz GLK 350 4M, ni el Audi Q5 3.2 FSI quattro, sus rivales naturales, tienen una respuesta adecuada a la afrenta prestacional del BMW.

Por si una respuesta impresionante en prácticamente todo el rango de revoluciones de este tres litros no fuera suficiente, nos encontramos con que está asociado de serie al cambio automático de 8 relaciones que también vimos en el Serie 5 familiar.

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Rápido, suave, sin resbalamiento perceptible del convertidor de par… ¿Deportivo? Pues no exactamente, porque para eso ya tiene BMW el DKG de doble embrague, pero es que no hay que olvidar que estamos frente a un coche que, en principio, está concebido para que, cuando vayas acompañado, nadie te eche nada en cara.

Donde no hay sorpresas agradables es en el gasto de gasolina. Por mucho que BMW haya conseguido homologar unos excelentes 8,8 litros de consumo cada 100 km (claramente por debajo de los 9,5 l/100 km del Q5 y de los 10,5 l/100 km del GLK), cuando te dejas llevar por el empuje de sus seis pucheros sobrealimentados, en su ordenador de a bordo amanecen valores como los 14,2 l/100 km de media con que nos despidió cuando lo devolvimos, después de haberle hecho 637 km.

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En mi opinión, BMW ha creado el mejor SUV del mundo. Al menos en lo que se refiere a comportamiento.

Retomando uno de los temas comentados en la introducción, cualquier todoterreno, por el mero hecho de serlo o parecerlo, tiene que ser más alto y, si el fabricante no quiere tener más comentarios negativos de la cuenta en los foros de Internet, también bastante más robusto que un turismo convencional.

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Un centro de gravedad más elevado afecta inevitablemente a la estabilidad, que se vuelve más comprometida, mientras que una estructura más resistente es, con los materiales actuales, también más pesada.

Pues ni lo uno ni lo otro parecen pasar factura al BMW X3, que no tiene ningún problema para rivalizar en aptitudes asfálticas con cualquier berlina media de altas prestaciones.

Insisto en lo de altas prestaciones, porque lo que han hecho los bávaros con este coche supera de largo las buenas expectativas creadas. Seguro que la suspensión deportiva activa opcional (lo llaman ‘Control dinámico de la suspensión’: 1.376,85 euros) ha tenido mucho que ver en esta impresión, aunque probablemente con la suspensión deportiva a secas (425,95 euros) se pueda conseguir un resultado similar, a cambio de renunciar a la posibilidad de elegir un tren de rodaje de coche de lujo cuando no apetezca ir marcando tiempos detrás de algún GTI.

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Al aplomo y agilidad conseguidos con el bastidor del todocamino bávaro, en el que la sensible, directa y deliciosa dirección juega un papel protagonista, hay que sumarle la eficacia del sistema de tracción total permanente xDrive. En carretera, a pesar del empuje del seis en línea, no tiene problema en distribuir la fuerza entre cualquiera de las cuatro ruedas, de forma que a menudo piensas que se podría haber empezado a acelerar un poco antes en cada curva.

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En campo, sorprendentemente, también tiene cosas que decir. No se trata de un coche trialero, eso está claro, porque su altura libre al suelo es un tanto limitada y los recorridos de la suspensión están más pensados para sujetar bien la carrocería en asfalto que para no perder rueda en terreno accidentado. Las ayudas electrónicas, sin embargo, le permiten avanzar con menos apuros de los previstos en pistas de dificultad media donde sí hemos sudado con otros coches menos sofisticados, como por ejemplo el Mitsubishi ASX o el Nissan Qashqai. En algo hay que justificar la diferencia de precio.

¿Un defecto? Quizá los frenos, que se comportan con suficiencia cuando se mantiene un ritmo civilizado pero que, teniendo en cuenta la capacidad del conjunto motor-transmisión-chasis, serán los primeros que nos obliguen a tomarnos las cosas con calma después de un rato de alegría.

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El esfuerzo que BMW realizó para desarrollar el anterior X3 tuvo una contrapartida en la calidad de los interiores, que mostraban un nivel algo por debajo de lo que era de esperar en un modelo de la firma alemana.

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Tras haber comprobado el éxito de la apuesta de crear un todocamino compacto de lujo, esta vez no han dudado en dotarlo de un habitáculo a la altura.

Tampoco es que fuera muy difícil, porque es uno de los aspectos que a cualquier marca premium se le suponen, pero hay que reconocer que el nuevo BMW X3 tiene poco que envidiar a las berlinas de la marca en cuanto al esmero con que han sido seleccionados los materiales y se han hecho los ajustes.

También es bastante favorable en general la habitabilidad, no ya sólo en los asientos delanteros, espacio preferente en cualquier BMW, sino también en los traseros, que cuentan con unas cotas longitudinal y vertical muy buenas. Lástima de túnel de transmisión, aún demasiado abultado como para hablar de tres amplias plazas posteriores.

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¿Por qué alguien podría querer gastarse 59.200 euros en un coche que va muy bien en carretera y tiene maneras de turismo de alto standing, cuando sus formas son más bien de todoterreno sin pretensiones?

Ni lo sé, ni creo que sea importante saber por qué lo harían otros, porque cada uno se inventa los motivos que le placen. Yo, si tuviera que hacerlo, lo haría porque el BMW X3 xDrive35i me daría todo eso y, además, un cierto nivel de representatividad, que nunca va mal si de vez en cuando tienes alguna comida de negocios.

Claro que por 16.000 euros menos tienes en el Xdrive20d bastante de lo mismo que encuentras en este 6 cilindros turbo de gasolina, aunque no hay que engañarse. Pocos propulsores aúnan el nivel de refinamiento y poderío de este TwinPower Turbo, y esto en BMW lo saben.

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